El Estudio
Desde que se dedicó a Ia pintura, Paul Giudicelli no dejó de trabajar, fué como si hubiera presentido que tenía poco tiempo para pintar y lo hizo de manera compulsiva y continua. Es importante para ubicarnos con relación a su actividad artística, esta descripción que de su estudio hizo el poeta Manuel Valerio: "Se da por entendido que el estudio de un pintor es el universo donde el creador se recrea en la medida que brotan las obras de sus manos...
A su manera, el artista rodea ese universo suyo cargándolo de un ambiente propicio para hacer más agradable su permanencia en ese territorio en donde todas las cosas se ofrecen en un orden siempre en riña con los convencionalismos estéticos. Así, el estudio de Paul Giudicelli, además de ofrecer las particularidades comunes a todos los estudios, presenta en un ángulo del mismo, de manera objetiva, un mundo original y sugestivo.
Asombro causa aquel universo de cosas dentro del estudio del pintor Giudicelli. En las paredes los cuadros se mezclan con máscaras, simuladas con restos de animales, mientras que un tablero, una colección de maniquíes en miniatura, simula una procesión de seres representativos de todas las condiciones humanas. Seres humanizados (esta es la frase apropiada) como si la tragedia creada para los vivientes también no fuese ajena a aquellas gastadas figurillas, que a punto de rodar definitivamente, con sus gestos pugnan por parecerse más y más a los hombres.
Entre este abelorio, un murciélago aparece suspendido en el espacio, quizás como si no se acostumbrara a formar parte de aquel espectáculo, mientras un pie de ave airosamente afinca sus uñas sobre una simulada cabeza, en tanto que un escapado de una tribu de cortadores de cabezas parece reir, mientras sostiene el arma cercenadora.
Una buda sin creyentes se hace participe de aquel desconcierto de cráneos, peces, caracoles, y de todo lo que resultaría, si el mundo fuese inventariado. Luego dos panderetas semejan dos júbilos redondos que discretamente tratan de escapar de aquel conglomerado tan heterogéneo.
Todas estas cosas no son más que gotas recogidas al azar de aquello que el tiempo ha ido humanizando en el estudio de Paul Giudicelli, un pintor que define esta, su segunda etapa, como un intento de llegar al conocimiento que debe existir entre la fuerza emotiva y la forma expresiva, apoyándose en el realismo, y que también tiene conciencia de que la naturaleza es la verdadera obra maestra para soporte de Ia creación artística, después de ser despojada de la escoria que la envuelve, para que surjan los valores como expresión de arte.
Lo étnico-sicológico es lo que se puede encontrar en todos sus cuadros, y entiende que la forma, en sentido objetivo no es más que un nuevo valor plástico.